Eran poco más de las cuatro de la tarde en París. Cientos de turistas admiraban la Catedral de Notre Dame, uno de los principales atractivos de la ciudad. Sus ojos recorrían cada rincón del edificio construido entre el siglo XII y el siglo XIV, tal vez buscando la sombra de Quasimodo, como alguna vez lo hizo Víctor Hugo. Sin embargo, quienes estaban ayer por la tarde en Notre Dame encontraron mucho más que historia y literatura…
Dominique VennerDetrás del altar, el escritor Dominique Venner tomó su pistola, la colocó dentro de su boca y apretó el gatillo. Su último acto consiguió el efecto que esperaba: la conmoción se apoderó de los presentes, luego de los franceses en general y finalmente, recorrió el mundo.
Venner, un ensayista de 78 años de edad, era un referente de la ultraderecha francesa. Se oponía, entre otras cosas, a la inmigración y a la mezcla de culturas. La gota que rebalsó el vaso de su alterada mente fue la aprobación del matrimonio igualitario: convencido de que tenía que hacer algo para advertir sobre lo que consideraba como la decadencia de la civilización occidental, tomó la decisión de quitarse la vida en un lugar simbólico. Venner convirtió así su suicidio en un acto político.
En el último artículo que publicó en su blog, el escritor explicaba que se quitaría la vida para “despertar las conciencias dormidas”, según recoge La NaciónMarine Le Pen, líder del Frente Nacional (que aglutina a militantes tan fanáticos como Venner), expresó su “respeto” por el ensayista y, en línea con lo que había indicado el fallecido, calificó el suicidio como un “intento de despertar al pueblo francés”.
Más allá de su desequilibrio psicológico, Venner era un hombre de importancia dentro del movimiento de extrema derecha. Como explica Página/12, publicó decenas de libros de historia y ensayos y llegó a dirigir dos revistas. Además de su labor intelectual, Venner también pasó de las letras a la acción en varias oportunidades, integrando grupos terroristas y combatiendo en la Guerra de Argelia en contra de la independencia de la nación africana.
Su odio por el prójimo, que él entendía como una forma de defender su cultura y la identidad de su pueblo, lo llevó a poner punto final a su existencia en un símbolo parisino, ganando un espacio en la historia gracias a su irracionalidad.