24 de junio de 2012

Volver la oscuridad consciente PERFORMANCE EN SEVILLA


Mexica-Magyar

Volver la oscuridad consciente

Emilio Águila



Llego a bailar en la tierra.

Ensancho mis alas junto a los tambores:

Se eleva mi canto, sale de la tierra



La experiencia de lo real arcaico y la experiencia de lo real existente es la propuesta del performance que desde México nos presenta en Sevilla Emilio Águila, investigador e intérprete del teatro del cuerpo. El bailarín post-cósmico nos dice:

“ Vivimos en una sociedad que ha reducido toda experiencia de la realidad a una experiencia de imágenes al mismo tiempo que el hombre contemporáneo se ha tornado incapaz de vivir su propio mundo simbólico.   La realidad siempre ha sido, sin embargo, una experiencia de imágenes, solamente que las imágenes están hoy al interior de una cultura de la información (una visualización normativa que es a la vez drenaje de nuestra subjetividad) a diferencia de las sociedades muy antiguas, como la mesoamericana, que favorecían la representación, la manifestación antes que la comunicación . Asi podemos ver que a la inversa de las imágenes del arte moderno,  las mesoamericanas (fijadas en la gráfica de los códices, la escultura, la danza, la música y los cantos o poemas)  no son únicamente imágenes: son signos- imágenes”

El performer, originario del barrio de Tlatelolco, último bastión de la cultura azteca y hoy un conglomerado de edificios multifamiliares en ruinas después de los terremotos de 1985, señala que:

“Me he  acercado a la imagen náhuatl en varios géneros y diferentes modalidades expresivas según la concepción de la imago, que José Lezama Lima define  como un orgasmo sostenido en la visión concebida como despliegue oracular: el presentimiento de lo que adviene como imagen cosechada en una siembra interior y anterior, original”.

“He llegado al performance  a través del  ejercicio del cuerpo visionario, concepto desarrollado por la performer Lola Lince que asume una conjunción de saberes en simultaneidad:  el cuerpo físico (los músculos, los huesos, la sangre, los nervios), la respiración y la mente. El performer procede como el chamán, escalando desde el cuerpo material y la respiración la imagen mental conseguida en el enfoque, la meditación, el trance, la observación. Este arte del fluir es una emergencia de nuestra época que desde la generación de los 60s labra su camino en un  mundo donde las imágenes desvalijan nuestro arsenal inconsciente y expanden en representaciones infinitas de entretenimiento el lenguaje que drena nuestra subjetividad”.

Emilio Águila, que es también escritor y cineasta , también  presentará  una serie fotográfica titulada “Ixhuina, diosa del amor carnal” y apunta que:

“Al “leer” la imagen náhuatl en un ejercicio de activación imaginativa o imaginación creadora (concepto que tomo de Jung) no tengo un interés  folcloristíco, -aunque confieso que estuve en algunas sesiones nocturnas con los danzantes conocidos como concheros alrededor del templo mayor y la catedral de México para conocer sus dinámicas;  y  como todos los niños de México participé en un baile “indígena” en mi escuela primaria, - sino lo he realizado con el rigor y la libertad de lo chamánico. El performer prepara su propio cuerpo como objeto mágico escultural, es parte regular y esencial de la actuación. Me presento como un collage corporal decorado como podrían haber estado los danzantes de la compleja diversidad de ritos prehispánicos, actuando según una interpretación de composiciones musicales de inspiración indígena de dos autores (Antonio Zepeda- Jorge Reyes) que se acercan a la imago náhuatl a través de la ejecución de instrumentos arqueológicos y de instrumentos modernos”.

Emilio Águila continúa explicando:

“La  música del acto está fusionada de acuerdo a una estructura narrativa en  variedad de metáforas (podríamos decir glifos) que  le permite al performer presentar un tema completamente básico en el chamanismo, en el intento de incorporar el poder de especies animales  imitándolas. Los chamanes en general adoptan las identidades de animales de poder, (nahualismo)  interpretan sus movimientos, y duplican sus sonidos.  La afirmación de entender la lengua de los animales y de adoptar un estado mental animal es fundamental para su mediación entre la cultura y la naturaleza. Ecos de esta práctica son comunes en los anales del arte del performance . Su poética  me  ha permitido una gama de registros en la contrarrepresentación o tranfiguración que lo sustenta. El chaman busca la capacidad de volar, así como el yogui busca la retirada del yo y el  monje busca la salvación y felicidad eternas. El performer, el hombre de hoy (marcado con atmosferas musicales de compositores húngaros: Kodaly, Bártok y List),  desciende a sus potencias mágicas (oye su corazón e incorpora la sombra) donde el cuerpo es un sabio desconocido. Ciertamente para el performer el acto funciona como una iniciación o una catarsis personal, además de una investigación del laberinto donde se torna la oscuridad consciente a través de la expresividad visionaria. Emprende un movimiento en espiral que representa la conjunción de elementos periféricos mediante la aproximación a un elemento central y abarcador : la imago  náhuatl”.

Dice el performer, formado en la escuela de Lola Lince, bajo el concepto de danza experimental:

“Al contemplar las figuras que presiden los trecenarios del calendario ceremonial náhuatl nos percatamos que están en movimiento, sus posturas corporales son dinámicas; sus pies y sus piernas, los brazos, el cuello, las manos y los pies, son de engañosa estabilidad. El performer ha identificado  siete posturas de igual número de imágenes de deidades mexicas y crea con ellas tejidos rítmicos, a su vez, hace lo mismo con la cruz cristiana. Visiona el perforer  la imago náhuatl y la imago católica para urdir una trama de fusiones que significan precisamente a la cultura mestiza”.

Señala Águila:

“El antiguo ritual indígena mostraba turbadoras coincidencias con el católico. El performer actúa en una oposición de formulaciones de creencia, fe, visión: las deidades mesoamericanas que serían la que trabajan con la materia oscura   y la deidad que impone su imperio (celeste) místico: Cristo. Por una parte el corazón que se arranca del pecho de la víctima para alimentar fisiológicamente al sol y por otra y el corazón crucificado que también conduce a la ascensión (el sagrado corazón de Jesús). El cristianismo suspende el mito de la dualidad y se impone como identidad trinitaria”.

Finalmente Emilio Águila expresa que:

“El performer asume que  la imago náhuatl no son  representaciones heredadas, sino posibilidades heredadas de representaciones. En otras palabras: la imagen prehispánica  es una disposición donde los saberes cifrados mantienen el signo abierto en la imago donde actúa el performer .

El performer “ve” no piensa el mito profético (la anunciación cósmica de la conquista española y la caída de una cultura) a partir del existente real (el hombre moderno).  Emprende desde el  ciudadano su ida hacia lo animal en un prisma de iniciaciones ceremoniales, estaciones de un proceso de conciencia y que son  una  continuidad expansiva en el espacio. El movimiento, la música y la luz del escenario son unidad energética. El performer  visiona e interpreta  imágenes más que creadas por el yo, descubiertas por él. Imágenes de lo errante, imágenes autónomas que se enlazan en el cuerpo del performer para manifestar la potencia psíquica de dos trascendencias en choque y fusión: la imago náhuatl y la imago cristiana.




No hay comentarios:

Publicar un comentario