17 de octubre de 2011

Tomas Tranströmer. Premio Nobel 2011. ¿Un premio a la poesía?

Tomas Tranströmer. Premio Nobel 2011. ¿Un premio a la poesía?


José Ángel Leyva

http://www.laotrarevista.com/2011/10/presentacion-de-la-otra-gaceta-55/

Se ha vuelto un lugar común en los medios de comunicación repetir la frase de que el reciente premio Nobel de la Academia Sueca fue otorgado a la poesía, ante una general ignorancia del personaje y del autor de una obra a la que se destina dicho reconocimiento.


—Tomas Tranströmer

Yo diría que el mejor premio para una obra literaria es la lectura de su obra, pero no ha sido éste el caso. Su antecesor, Mario Vargas Llosa ha gozado desde joven de los frutos que le reditúa su escritura. Millones de lectores en el mundo hemos contribuido a enriquecer sus arcas y a impulsar su poder político y mediático. Es un hombre polémico y acomodado, popular y políticamente correcto, cuando le conviene. Los casos de muchos de sus colegas es semejante. No obstante… sus lectores aprecian sus dones literarios y reconocen su valor social. Pero no es el caso de Tranströmer, a quien pocos han leído. No obstante, él era ya candidato al premio desde hacía varios años.

Nuestra colaboradora, Ángela García y su compañero de vida Lasse Söderberg, otro gran poeta nacido en Suecia, nos envían algunos poemas de este Nobel para irnos familiarizando con su presencia, que en honor a la verdad seguirá siendo mínima comparada con la de personajes como Vargas Llosa, Saramago, García Márquez –por mencionar unos cuantos–e incluso de otros poetas que le antecedieron en el premio, como el propio Octavio Paz. No es un premio a la poesía, la poesía no recibe premios ni reconocimientos, sino a un poeta conocido en su tierra y en su lengua, pero desconocido fuera de su ámbito. Es un premio que viene a estimular a los suecos y a su sentido de identidad y pertenencia, sobre todo cuando se trata de un galardón institucionalizado por su propio país, en una lengua de pocos millones de hablantes. Pienso, sí, que el hecho de que se entregue estos premios a poetas de la talla de Tranströmer, llaman la atención sobre la escasez de lectores del género y sobre los numerosos cultivadores de la poesía. Quizás los poetas no hemos aprendido aún a comunicarnos con los lectores, al margen del mercado, pero al centro de la sinceridad y la autenticidad, esperamos tal vez, un nuevo remesón estético y cultural que modifique esos vínculos entre el que escribe y el que lee, que es el mismo y luego, una vez en la editorial, se vuelve un hecho colectivo, plural, público, privado.
Traducción de Ángela García y Lasse Söderberg

—Tomas Tranströmer

Tierra calada



El sol blanco se filtra en el smog.

La luz resuma, se desliza hacia abajo



Hasta mis ojos inferiores que descansan

profundamente bajo la ciudad y miran a lo alto



viendo la ciudad desde abajo: calles, cimientos

como fotos aéreas de una ciudad en guerra



Aunque al contrario – una foto de topo:

silenciosos cuadros en colores apagados.



Ahí se toman las decisiones. Los huesos de los muertos

no se pueden diferenciar de los huesos de los vivos.



La luz del sol aumenta de volumen, chorrea

en las cabinas de avión y las vainas de los guisantes.


Nocturno



Conduzco a través de una aldea en la noche, las casas surgen

En la luz de los reflectores –están despiertas, quieren beber.

Casas, graneros, avisos, vehículos sin dueño –es el ahora

se visten de vida. La gente duerme:



unos pueden dormir plácidamente, otros tienen los rasgos tensos

como si estuvieran en duro entrenamiento para la eternidad.

No se atreven a soltar todo aunque su sueño sea pesado.

Descansan como barreras tendidas cuando el misterio pasa.



Fuera del pueblo sigue largo el camino entre los árboles del bosque.

Y los árboles los árboles callándose en mutua concordia.

Tienen el color teatral que hay en el brillo del fuego.

¡Cuán nítidas sus hojas! Me acompañan hasta casa.



Ya acostado voy a dormir, veo imágenes desconocidas

y signos garrapateándose tras los párpados

en la pared de la oscuridad. En el resquicio entre la vigilia y el sueño

una carta grande intenta deslizarse inútilmente.

A casa



Una llamada telefónica se escurrió en la noche y centelleó en el campo

y en los suburbios.

Luego dormí inquieto en la cama de hotel.

Semejante a una aguja en el compás que un corredor de orientación lleva

a través del bosque con el corazón palpitante.



Anémonas azules



¡Dejarse embrujar!- nada más sencillo. Es uno de los trucos más antiguos de la tierra y la primavera: Anémonas azules. De cierto modo son inesperadas. Brotan del pardo crujido del año recién ido en lugares inadvertidos donde de otro modo la mirada nunca se detendría. Alumbran y flotan, si flotan y es a causa del color. Este fervoroso azul violeta ahora no pesa nada. Es el éxtasis pero bajo techo angosto. –“Hacer carrera” –¡no viene al caso! “Poder” y “publicidad” –¡risible! Al parecer organizaron una gran recepción arriba en Nínive, the giordo rusk ok mykit banh. Alto en el techo –sobre todas las cabezas colgaban arañas de cristal como buitres de vidrio. En vez de un demasiado decorado y alarmante callejón sin salida las anémonas azules abren un camino de arces a la fiesta real, de silencio mortal.



“The giordo rusk mykit banh” (cita de las Crónicas de Erik del siglo 14 que describe un ensayo musical)

Deshielo de mediodía



El aire matutino distribuyó sus cartas con ígneas estampillas.

La nieve alumbró y todas los fardos se aligeraron –un kilo no pesaba más que 700 gramos.



El sol estaba alto sobre el hielo, volando inmóvil caliente y frío a la vez.

El viento avanzó lentamente como si empujara un coche de niño delante.



Las familias salieron, vieron el cielo abierto por primera vez en mucho tiempo.

Nos encontrábamos en el primer capítulo de un vigoroso relato.



El brillo del sol se atascó en todas las boinas de piel como el polen en los abejorros

Y el brillo del sol se atascó en el nombre invierno y ahí se quedó hasta que el invierno terminara.

Un bodegón de maderos en la nieve me volvió pensativo. Les pregunté:

“ Vamos juntos hasta mi infancia?” Me contestaron “si”.



En los matorrales se oyó un murmullo de palabras en un idioma nuevo:

las vocales eran cielo azul y las consonantes eran ramitas negras y se hablaba muy lentamente

sobre la nieve.



Pero el avión reactor haciendo venias de sus enaguas de estruendo

logró que el silencio en la tierra aumentara de intensidad.

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